Desde tiempos inmemoriales se han hecho rituales religiosos o de magia para alejar a los espíritus (llamados la mayoría de las veces "del mal").
Los espíritus en ocasiones habitan aunque en otra dimensión, ocupando el mismo recinto o espacio en el que vive una familia o grupo de personas y adoptando cualquier forma o bien manifestándose (aunque de forma oculta) a través de gritos, lamentos, susurros, movimientos de objetos, olores desagradables, etc.
No se sabe exactamente cual es el motivo de porqué pasan a habitar las casas de los seres vivos, aunque si se ha comprobado que la mayoría de las veces ha sido porqué se ha provocado esta situación invocándolos a través de algún juego como la ouija, la sesión de espiritismo, psicofonías, etc., por personas que no están preparadas y que es el propio miedo por parte de estas el que hace de imán para que estos espíritus errantes se queden pegados a nuestro alrededor en vez de alejarse y seguir por otros caminos.
A estas almas errantes que no han encontrado la paz hay que reencaminarlas con nuestra ayuda para que encuentren el eterno descanso.
Para que vuelva a reinar la tranquilidad en nuestro hogar librándolo de los espíritus burlones, molestos y a veces agresivos e incluso en algunas ocasiones violentos, deberemos llevar a cabo el siguiente ritual:
Lo más normal es que sea suficiente llevarlo a cabo una sola vez, pero si vemos que no ha dado el resultado que deseábamos, deberemos repetirlo tantas veces como sea necesario.
El ritual puede hacerse a cualquier hora del día o de la noche.
En un cuenco de barro, cristal o cerámica, verteremos medio litro de agua; una cucharada grande de sal y una cuchada pequeña de aceite de sándalo (se puede sustituir por aceite de oliva, de almendras, de rosas, de limón o de romero).
Sobre una mesa haremos un pequeño altar en el que pondremos un tapete, paño, pañuelo o mantel blanco; una imagen religiosa en el centro (crucifijo, estampa de un santo, estampa de una deidad de cualquier religión, una , imagen de buda, de un santo, etc.; en definitiva lo que tengamos en casa que sea de veneración religiosa ); dos velas blancas, una a cada lado de la imagen; el cuenco con los ingredientes delante de la imagen y en el suelo delante del altar un plato con frutos y hortalizas de colores rojos, amarillos y naranja (por ejemplo: mandarinas, tomates, naranjas, rábanos, melocotones, dátiles, plátanos, zanahorias, etc.) con dos o tres piezas es suficiente.
Si el ritual lo hace una mujer, debe cubrirse la cabeza con un velo, pañuelo o manto blanco.
Encendemos las velas y arrodillados delante del altar imponemos las dos manos sobre el cuenco en donde se encuentra el agua haciendo la siguiente afirmación:
¡¡ Por el poder que me confiere la Gran Energía Universal bendigo el agua !!
¡¡ Por el poder que me confiere la Gran Energía Universal bendigo el aceite
¡¡ Por el poder que me confiere la Gran Energía Universal bendigo la sal !!
Con el dedo anular de la mano derecha mojamos en el agua y nos hacemos una cruz sobre la frente.
Seguidamente tomaremos el cuenco con la mano izquierda y con la derecha una rama preferentemente de olivo o de no ser posible lo haríamos con una de laurel, romero, tomillo, ruda, e incluso perejil o hinojo.
Mojaremos un poco la punta de la rama en el agua bendecida y rociaremos los frutos y a continuación iremos rociando todos los departamentos de la casa mientras repetimos la afirmación:
¡ Espíritus errantes: que la Gran Energía Universal os ilumine para que encontréis el descanso eterno ! ¡Así sea !
El agua bendecida debe conservarse durante unos días por si hay que volver a bendecir la casa en días sucesivos, en los que tan solo hay que volver a pasar por las estancias de la casa y repetir la afirmación:
¡ Espíritus errantes: que la Gran Energía Universal os ilumine para que encontréis el descanso eterno ! ¡Así sea !
Acabado el ritual, libres ya de los espíritus, se recogen los restos que hayan quedado, incluso los frutos y en cuanto tengáis ocasión debéis arrojarlos preferentemente al agua, por ejemplo: un lago, un río, el mar, etc., o bien si no tenéis ocasión de echarlos al agua, enterradlos en la tierra o en alguna maceta de casa.
Los espíritus en ocasiones habitan aunque en otra dimensión, ocupando el mismo recinto o espacio en el que vive una familia o grupo de personas y adoptando cualquier forma o bien manifestándose (aunque de forma oculta) a través de gritos, lamentos, susurros, movimientos de objetos, olores desagradables, etc.
No se sabe exactamente cual es el motivo de porqué pasan a habitar las casas de los seres vivos, aunque si se ha comprobado que la mayoría de las veces ha sido porqué se ha provocado esta situación invocándolos a través de algún juego como la ouija, la sesión de espiritismo, psicofonías, etc., por personas que no están preparadas y que es el propio miedo por parte de estas el que hace de imán para que estos espíritus errantes se queden pegados a nuestro alrededor en vez de alejarse y seguir por otros caminos.
A estas almas errantes que no han encontrado la paz hay que reencaminarlas con nuestra ayuda para que encuentren el eterno descanso.
Para que vuelva a reinar la tranquilidad en nuestro hogar librándolo de los espíritus burlones, molestos y a veces agresivos e incluso en algunas ocasiones violentos, deberemos llevar a cabo el siguiente ritual:
Lo más normal es que sea suficiente llevarlo a cabo una sola vez, pero si vemos que no ha dado el resultado que deseábamos, deberemos repetirlo tantas veces como sea necesario.
El ritual puede hacerse a cualquier hora del día o de la noche.
En un cuenco de barro, cristal o cerámica, verteremos medio litro de agua; una cucharada grande de sal y una cuchada pequeña de aceite de sándalo (se puede sustituir por aceite de oliva, de almendras, de rosas, de limón o de romero).
Sobre una mesa haremos un pequeño altar en el que pondremos un tapete, paño, pañuelo o mantel blanco; una imagen religiosa en el centro (crucifijo, estampa de un santo, estampa de una deidad de cualquier religión, una , imagen de buda, de un santo, etc.; en definitiva lo que tengamos en casa que sea de veneración religiosa ); dos velas blancas, una a cada lado de la imagen; el cuenco con los ingredientes delante de la imagen y en el suelo delante del altar un plato con frutos y hortalizas de colores rojos, amarillos y naranja (por ejemplo: mandarinas, tomates, naranjas, rábanos, melocotones, dátiles, plátanos, zanahorias, etc.) con dos o tres piezas es suficiente.
Si el ritual lo hace una mujer, debe cubrirse la cabeza con un velo, pañuelo o manto blanco.
Encendemos las velas y arrodillados delante del altar imponemos las dos manos sobre el cuenco en donde se encuentra el agua haciendo la siguiente afirmación:
¡¡ Por el poder que me confiere la Gran Energía Universal bendigo el agua !!
¡¡ Por el poder que me confiere la Gran Energía Universal bendigo el aceite
¡¡ Por el poder que me confiere la Gran Energía Universal bendigo la sal !!
Con el dedo anular de la mano derecha mojamos en el agua y nos hacemos una cruz sobre la frente.
Seguidamente tomaremos el cuenco con la mano izquierda y con la derecha una rama preferentemente de olivo o de no ser posible lo haríamos con una de laurel, romero, tomillo, ruda, e incluso perejil o hinojo.
Mojaremos un poco la punta de la rama en el agua bendecida y rociaremos los frutos y a continuación iremos rociando todos los departamentos de la casa mientras repetimos la afirmación:
¡ Espíritus errantes: que la Gran Energía Universal os ilumine para que encontréis el descanso eterno ! ¡Así sea !
El agua bendecida debe conservarse durante unos días por si hay que volver a bendecir la casa en días sucesivos, en los que tan solo hay que volver a pasar por las estancias de la casa y repetir la afirmación:
¡ Espíritus errantes: que la Gran Energía Universal os ilumine para que encontréis el descanso eterno ! ¡Así sea !
Acabado el ritual, libres ya de los espíritus, se recogen los restos que hayan quedado, incluso los frutos y en cuanto tengáis ocasión debéis arrojarlos preferentemente al agua, por ejemplo: un lago, un río, el mar, etc., o bien si no tenéis ocasión de echarlos al agua, enterradlos en la tierra o en alguna maceta de casa.
